miércoles, 26 de septiembre de 2012

La espiritualidad crítica


Un titulo que quizás a primera vista pueda parecer  contradictorio, pero que una vez comprendido el significado de las palabras que lo forman,  deja de aparentarlo y se revela como una nueva forma de entender esa parte misteriosa del mundo que nos rodea.
Cuando se alcanza una mínima madurez (la madurez es dada por el conocimiento y la experiencia) dentro de la investigación de este tipo de temas, con muchísimas lecturas en la espalda y muchas más charlas con diferentes personas pertenecientes a escuelas esotéricas, mancias, médiums y sensitivos, religiones o equipos de investigación, uno se enfrenta a un misterio mucho más atractivo sin duda que en los que se centran los medios de comunicación enfocados en estos asuntos, ¿hay alguna verdad en algo?.  La duda nace, se asienta y se reproduce en el interior de la mente del estudiante serio y preocupado por encontrar la verdad en esa maraña de creencias que dicen atribuirse la única y satisfactoria vía para encontrarla, 
Mientras el espíritu simple y conformista se ciñe al guión de  una creencia guiada por una fe embaucadora el  crítico busca ver con sus propios ojos y tocar con sus propias manos, como Santo Tomas, necesita meter el dedo en la llaga porque  considera que la vida es demasiado importante como para seguir una columna de humo y prefiere lo real y palpable al imaginario colectivo.
Ver para creer implica verdad en los ojos mientras creer para ver más parece un juego de espejos dentro de nuestra mente. No se trata de “no creer” como premisa, sino de ser capaces de discernir el verdadero camino entre los multiprecios en los que han convertido la espiritualidad, la verdad puede que sea cara de  encontrar,  pero posiblemente no tenga nada que ver con cuotas, compras de libros de maestros espirituales o conferencias previo pago de entrada.  Cuesta enfrentarse al hecho de que no somos ciegos intentando decir que es un elefante,  sino que nosotros somos el elefante con una  legión de (in) videntes tratando de decirnos lo que realmente somos.
La espiritualidad es un concepto abstracto,  pero medible con las herramientas que nos ofrecen los sentimientos y, aunque el concepto de sentimiento como sensibilidad pueda ser explicado con las reacciones químicas en nuestro cerebro, no lo es cuando el dolor o el regocijo lo sentimos en una parte de nosotros que no podemos ver, tocar ni explicar.  Aun así, siendo algo de nosotros mismos, que forma parte de nosotros y que posiblemente hayamos sentido toda nuestra vida, parece ser un desconocido cuando tenemos que acudir a otros para que nos digan que es, más parece a veces que tenemos una enfermedad y que necesitamos un diagnóstico, que eso que entre otros vocablos denominamos  alma.
Quizás todo sea producto de la necesidad, o de ese complejo freudiano de sentirnos gotas de agua especiales en un océano donde todos somos gotas de agua iguales. La necesidad de diferenciarnos o sentirnos especiales.
¿Pero realmente somos tan diferentes dentro de un mismo rebaño?  Importa poco el equipo cuando siempre buscamos el ser parte de algo, el tener un guía que nos señale la luna para poder quedarnos mirando el dedo que señala para no tener que girar el cuello, curiosa forma de individualismo la que ejercemos cuando se trata de apelar a palabras de otros para ratificar las nuestras propias, no somos originales, únicos o irrepetibles, quizás solo somos malas versiones 2.0 de los pensamientos y de las palabras que ya dijeron otros.
Al final todo se trata de algo tan simple y natural en nuestra naturaleza como sentirnos acompañados o parte de un grupo o cuestionarnos  un universo que solo puede ser observado desde nuestra única y solitaria perspectiva.
Tendríamos que ser más críticos con los temas espirituales por la sencilla razón de que, quizás, nos vaya el alma en ello.

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